Un antiguo mito, que revela cómo se transponen al tiempo mítico las determinaciones del tiempo histórico, supone que de Ifé, ciudad sagrada, se dispersaron los nietos de Oduduwá -fundador legendario- y que sus nombres dieron a su vez nombre y origen a la primera generación de estados yoruba: Owu, Ketu, Benín, Illa, Sabe, Popo y Oyó.
La cosmogonía yoruba se basa en la idea de una entidad superior, integrada por tres divinidades, Olofi, Olodumare y Olorun. La primera de ellas creó el mundo, que inicialmente sólo estaba poblado por orishas o santos. Posteriormente repartió su poder ("ashé") entre los santos ("orishas"), que en adelante son los encargados de intervenir en los asuntos humanos y de abogar por los hombres ante Olofi gracias a la mediación del juez supremo o mensajero principal, Obatalá.
Como en la mayoría de las lenguas del África Negra, "el poder" se expresa entre los yoruba mediante una palabra -ashé-que significa "la fuerza", no en el sentido de violencia sino en el de energía vital que engendra una polivalencia de fuerzas y determina desde la integridad física y moral hasta la suerte.
En todas las creaciones culturales del conjunto de sus pueblos está contenida la cosmovisión yoruba. Propia de sociedades donde toda acción es realizada, interpretada y vivida como parte de un todo ontológico orgánico -y no precisamente religioso-, esta cosmología encierra la idea de que el orden de las fuerzas cósmicas puede ser perturbado por acciones inmorales cuyo efecto es desequilibrante y perjudicial para la humanidad, para la naturaleza y para sus autores.La unidad entre naturaleza y ética constituye en estas culturas una determinación cósmica y consiguientemente un principio para el ejercicio del poder, una condición de su aplicación benéfica. Los cuentos tradicionales de la cultura yoruba entrañan generalmente el castigo para los gobernantes despóticos y para los irreverentes con las fuerzas de la naturaleza.
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